O... cuando aparece él y desearías formar parte de la nada.

El más mínimo sonido que me hace saber que estás ahí, aun que no estés; puedo escucharte, aunque no hables; puedo sentirte aun sin tocar tu piel. No es una ilusión, tu me dijiste que a pesar de todo serías mi Sol por las mañana y mi Luna por las noches... ¿cuándo no haya Sol ni Luna? ¿tú que serás, amor? Serás tal vez una luz aproximada pero lejos o serás una vez más uno de mis apagados sentimientos. ¿O un juego de dolor? o... la vida dándome la espalda. Pero, ¿y si ya no hay mundo y ya no hay nada? ¿tú que serás, amor? serás otro mundo (tal vez), o el gran salto de la felicidad. Más sencillo, tu serás nada. Sí. Nada siempre ha sido me inspiración: yo no he tenido amores en los que inspirarme, ni siquiera felicidad para escribir. Siempre fue nada, nada, nada. Si he llegado aquí es por nada; si he dedicado mi tiempo a darle tiempo al tiempo, es por nada; si he llorado por algo, es por nada; si he sentido la soledad escondiéndose entre mis dedos, es por nada; si he llegado hasta tu corazón, es por nada; si escribo este texto, es por nada; si cada vez que toco una nota de mi guitarra suena el sonido triste de la vida, es por nada. Y descubrir que nada puede valer tanto, que nada tiene precio. Como cuando te entran ganas de hacer algo, solo por antojo y en realidad lo que quieres hacer es hacerlo sin pensar en nada. O cuando intentas no pensar en nada y piensas en no pensar en nada. O... cuando aparece él y desearías formar parte de la nada.